Aunque Salud y Compartir es un programa pequeño, su impacto puede ser mayor de lo esperado. Cualquier programa pequeño e innovador que haya demostrado capacidad para motivar a sus trabajadores y producir un cambio real, puede servir como ejemplo para otros programas, y tener de esta manera un efecto desproporcionado a su tamaño. La Fundación Salud y compartir trabaja en estrecha cooperación con agencias gubernamentales y se considera un proyecto de prueba. En la medida en que se demuestre que sus procedimientos son efectivos, pueden ser asumidos por el gobierno e integrados en sus programas. Debido a esta relación con los programas gubernamentales, Salud y Compartir puede tener un impacto aún mayor que la mayoría de los pequeños programas innovadores.

Evolución de las prioridades de la Fundación Salud y Compartir

En la década de los 80, cuando SHARE comenzó a trabajar en la salud comunitaria en el este de Tailandia, su objetivo principal era ayudar a los aldeanos a combatir las “enfermedades de la pobreza” más perniciosas, como la diarrea infantil. Hasta el día de hoy, en la mayoría de los países empobrecidos, la diarrea sigue siendo una de las principales causas de muerte en los niños pequeños. La diarrea mata a la mayoría de los niños que están gravemente desnutridos o que tienen una inmunidad reducida (como ocurre con el SIDA). Pero actualmente en Tailandia, a excepción de las comunidades empobrecidas de “las tribus de las colinas” en el noreste del país, hay sorprendentemente pocos niños que mueran de diarrea, aunque muchos todavía enferman por su causa. Esta mortalidad excepcionalmente baja por diarrea parece ser el resultado de una dieta mejorada: la mayoría de los niños en Tailandia, incluso los de familias bastante pobres, actualmente obtienen lo suficiente para comer. La fuerte disminución de la desnutrición infantil se debe, al menos en parte, a las provisiones de la red de seguridad del gobierno para las familias necesitadas. Pero también puede deberse en parte a la tradición budista de “compasión o cuidado y compartir”, por la cual las aldeas donan regularmente comida al sacerdote del templo local, que a su vez la comparte con los hambrientos.

Así que fueron los aldeanos de Khemarat, donde la Fundación de Salud y Compartir (HSF) había comenzado su programa comunitario, quienes dijeron al equipo de HSF que la diarrea ya no era una preocupación importante. En su lugar, pidieron ayuda para hacer frente al VIH-SIDA, que se había convertido en un problema mucho más importante y temido. El VIH afecta actualmente a alrededor del 1.3% de la población tailandesa, la tasa nacional más alta en Asia.

Como respuesta a la necesidad expresada por la comunidad, HSF cambió su enfoque, convirtiendo la gestión del VIH-SIDA en una de sus principales prioridades. Pronto descubrieron que esto no solo significaba estrategias de prevención, tratamiento y servicios de apoyo, sino que también se tenía que afrontar el enorme temor al SIDA y los prejuicios contra cualquier persona que fuera seropositiva o sospechosa de serlo. En términos de miedo y prejuicio, en Tailandia (como en muchos otros países en la actualidad) el VIH-SIDA es la lepra del siglo XXI.

Dado que la misión de la Fundación Salud y Compartir es “ayudar a los más vulnerables y marginados a mejorar su calidad de vida”, este nuevo enfoque en el VIH-SIDA ciertamente encajaba en su vocación.

Promoción del consejo entre iguales para hacer frente al VIH-SIDA

Debido a la gran cantidad de trabajadoras sexuales de Laos que cruzan a Tailandia, la zona fronteriza de Ubon-Rachathani se ha convertido en un punto clave para la propagación del VIH-SIDA y otras ETS. El gobierno tailandés pone a disposición de estas trabajadoras sexuales pruebas y tratamientos gratuitos, así como condones gratuitos. Sin embargo, las comunicaciones tienden a ser deficientes y muchas personas, especialmente las trabajadoras sexuales, temen buscar ayuda. Por esta razón, el equipo de la Fundación Salud y Compartir hace un esfuerzo especial para llegar a las trabajadoras sexuales inmigrantes. Como la mayoría del trabajo sexual está ubicado en pequeños burdeles semiclandestinos dirigidos por proxenetas, el personal de la HSF ha establecido un contacto cordial con los proxenetas. Han reclutado a la mayoría de los proxenetas en las 17 “sex shops” (burdeles) locales, así como a algunas de las trabajadoras sexuales más veteranas y generosas para convertirse en “puntos de enlace” locales. Estos proxenetas y trabajadoras sexuales proporcionan condones y educación para la salud y facilitan el proceso mediante el cual las trabajadoras sexuales pueden ser examinadas y tratadas para el VIH-SIDA.

Por suerte, el Departamento de Salud del distrito apoya esta iniciativa y coopera estrechamente con el equipo de HSF. (De hecho, algunos de los directores y personas clave en el programa de salud del distrito son miembros de la junta asesora de la Fundación Salud y Compartir).

En Khemarat, las autoridades permiten que las “sex shops” locales operen sobre una base casi legal, lo que hace que trabajar con los proxenetas y las trabajadoras sexuales sea mucho más fácil. (Por razones similares, ha habido un debate sobre la legalización de drogas ilícitas, a fin de invertir más en la prevención y el tratamiento que en el castigo). Desafortunadamente, es posible que la actual junta militar ilegalice las “sex-shops” existentes, forzándolas a la clandestinidad, lo que dificultaría mucho más el mantenimiento de los vínculos para la prevención y tratamiento, y no contribuiría mucho a reducir la prostitución.

El área fronteriza de Khemarat es, asimismo, un punto de acceso para la actividad sexual (comercial y de otro tipo) de los hombres que tienen sexo con hombres (MSM). Es dentro de este grupo de MSM que la transmisión del VIH-SIDA ha sido más alta. De nuevo, muchos MSM no están adecuadamente informados sobre las oportunidades de pruebas y de tratamiento, o son reacios a buscar ayuda. Por eso la fundación Salud y Compartir ha establecido “puntos de enlace” en lugares clave donde hombres homosexuales o transgénero ayudan amablemente como “compañeros consejeros” para otros proporcionando preservativos, consejos e información sobre la prevención y el tratamiento del VIH-SIDA y otras ETS.

En la concurrida zona de compras sobre el cruce del río desde Laos, mis guías de Salud y Compartir me presentaron a un amable hombre de mediana edad cuyo pequeño quiosco al borde de la carretera sirvió como un “punto de enlace” para otros MSM. Con nosotros, se mostró muy abierto y seguro de sí mismo. Se sentía orgulloso de su papel como voluntario que ayuda a otros como él a encontrar formas de tener relaciones sexuales más seguras, y tomar medidas para someterse a pruebas y recibir tratamiento para las ETS. Su única queja era que, en aquel momento, se había quedado sin condones. Solicitó que la cadena de suministro fuera más fiable.