En comparación con los Estados Unidos, Tailandia actualmente tiene políticas mucho más tolerantes con respecto al uso de drogas ilícitas y la prostitución.

El uso de drogas y el comercio con el sexo existirán, sin importar cuánto sean penalizados; su criminalización solo conduce a una mayor violencia, explotación y corrupción (como se vio en los Estados Unidos durante la prohibición del alcohol). Del mismo modo, la llamada “Guerra contra las drogas”, que Estados Unidos ha amplificado en todo el mundo, ha creado un tsunami de violencia, guerra territorial, tráfico de armas, extorsión, corrupción y violaciones de los derechos humanos. Solo en México, donde se han producido más de 200.000 asesinatos relacionados con las drogas desde 2006, la nación está cerca de convertirse en un estado fallido. Mientras tanto, Estados Unidos tiene, de lejos, la población penitenciaria per cápita más grande del mundo. Con el 5% de la población mundial, Estados Unidos tiene el 25% de los presos del mundo. Más de la mitad están encarcelados por delitos relacionados con drogas. La mayoría son usuarios de drogas no violentos y pequeños vendedores, muchos de los cuales venden drogas porque pertenecen a minorías raciales que tienen dificultades para conseguir empleos decentes para alimentar a sus familias.

Tailandia, por el contrario, se centra en el tratamiento y la prevención más que en el castigo. Ofrece a los usuarios habituales de drogas intercambio de agujas gratis, y pruebas y tratamientos gratuitos de VIH-SIDA, así como educación y rehabilitación. Asimismo, la práctica actual de Tailandia de trabajar con trabajadores sexuales es ayudarlos a hacerlo de forma más segura en lugar de castigarlos duramente y conducirlos así a la clandestinidad. Tales políticas con respecto a las drogas y el trabajo sexual no son solo más amables, sino que son más efectivas para reducir la delincuencia y promover la salud.

Sobre proteger las fronteras nacionales

Otra área donde el contraste entre Tailandia y los Estados Unidos es más sorprendente es en el tratamiento respectivo que dan a las personas que llegan a su país desde países vecinos en busca de trabajo. Esto es así sobre todo ahora bajo la postura racista y xenófoba del presidente estadounidense Donald Trump.

Tailandia no solo hace que la entrada a través de sus fronteras sea relativamente simple y agradable, sino que ofrece tratamiento médico gratuito, incluido para el VIH-SIDA, incluso para los migrantes no legales. En contraste, el presidente Trump está decidido a construir un enorme muro de un billón de dólares para evitar que los vecinos mexicanos y centroamericanos de los Estados Unidos entren. Y para aquellos que ya están en los Estados Unidos sin papeles, ¡que Dios los ayude!

La política de “buen vecino” de Tailandia no solo es mucho más humana, sino también más pragmática. Al proporcionar un servicio social básico a todos los inmigrantes, incluidas las pruebas gratuitas y el tratamiento del VIH-SIDA, la enfermedad puede controlarse de forma mucho más efectiva. Una sociedad será mucho más saludable cuando todos, incluidos los que no pertenecen a la comunidad y las minorías, reciban un trato equitativo y justo, y cuando exista una cobertura de salud universal para todos.